Alfabetizando con el «Yo Sí Puedo» en Cayambe (Ecuador)


Programa de Alfabetización y Educación para la Vida ‘Yo, Sí Puedo’-
Ñuka Ushanimi
Visita a Cayambe y a Cangahua, Cantón Cayambe, Pichincha, Ecuador (20 febrero, 2007)


Foto: Prensa Latina
Este reportaje es parte del estudio “Alfabetización y acceso a la cultura escrita por parte de jóvenes y adultos excluidos del sistema escolar en América Latina y el Caribe”, financiado por el CREFAL. Entre 2006 y 2009 visité programas de alfabetización y de promoción de la lectura y la escritura en nueve países de la región (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela).

La oficina del programa en la Alcaldía de Cayambe está bien organizada y equipada. El Alcalde ha dado el apoyo y facilidades para la buena marcha de la alfabetización en este cantón. Hemos venido desde Quito – un poco más de una hora de viaje en auto - junto con los asesores cubanos del programa a nivel nacional y aquí nos juntamos con el equipo responsable a nivel local. Observamos primero una clase que funciona en el edificio de la Alcaldía y luego una clase en Cangahua, una de las parroquias rurales de este cantón.

El “Programa de Alfabetización y Educación para la Vida «Yo, Sí Puedo» (Ñuka Ushanimi, en lengua kichwa) arrancó en este cantón en 2005, mediante un convenio firmado entre el IPLAC (Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño) de Cuba, el Gobierno Municipal de Cayambe, el Gobierno Municipal de Cotacachi y el Parlamento Indígena de América. El objetivo es “reducir el nivel de analfabetismo en el Cantón Cayambe, donde en solo tres meses y una semana las personas podrán: 1. leer y escribir sus nombres y apellidos, 2. leer con cierta fluidez, y 3. redactar oraciones, telegramas y hasta pequeñas cartas” (p.3), que es lo que se ofrece en el Manual del Facilitador «Yo, Sí Puedo». El programa se hace en español, no en kichwa.

El compromiso del gobierno municipal de Cayambe incluye alojamiento, transporte, seguro médico y honorarios (USD 750 mensuales) del asesor cubano que representa al IPLAC en el Ecuador. El IPLAC asegura los materiales utilizados en el método «Yo, Sí Puedo» (cartilla, videocassetes y manual del facilitador), los asesores requeridos para la alfabetización y la post-alfabetización, y la coordinación general. El gobierno municipal de Cotacachi puso a disposición su experiencia con el «Yo, Sí Puedo» y los videos.

Conversando con el equipo técnico
Hay en el Ecuador 44 asesores cubanos trabajando en los diversos programas de alfabetización que llevan adelante varios gobiernos seccionales en convenio con el IPLAC. Los asesores tienen entre sus responsabilidades capacitar a los facilitadotes y los promotores, ecuatorianos.

Un promotor presente, que supervisa 11 puntos de alfabetización en la zona, explica que su función es “asegurar que se respete la metodología, vigilar la asistencia en cada punto cada 15 días, y coordinar la reunión de la Junta Parroquial”. Cada comunidad elige al facilitador y el horario de las clases.

La información estadística del programa está al día, prolijamente recolectada y organizada. El componente administrativo parece marchar sobre ruedas, con pautas claras para todos los involucrados en el programa. La colaboración cubana, en este sentido, es invalorable, especialmente en culturas nacionales proclives a la desorganización, la impuntualidad y la informalidad, como la ecuatoriana. Llama la atención, eso sí, la ausencia de historicidad de este nuevo intento alfabetizador. Es como si las cosas se hicieran por primera vez, sin referencia el amplio historial de alfabetización de adultos que tiene este país y este cantón concretamente.

Cartas idénticas de alumnos y “errores” de facilitadores
Al hojear la carpeta que contiene las cartas finales escritas por los alumnos que terminaron el programa de alfabetización en el cantón, encuentro - ¡oh, sorpresa! - varias cartas idénticas. Evidentemente, a facilitadores y facilitadoras no se les ocurrió mejor cosa que redactar y escribir el texto de la carta en la pizarra y pedir a los alumnos que lo copiaran. Como si pensaran que copiar y escribir son la misma cosa, como si no supieran que esta carta es un instrumento de evaluación final de los alfabetizandos en este programa, como si creyeran que nadie va a leer estas cartas…

- “Cayambe fue uno de los primeros lugares en que se inició el programa, son errores que se han ido superando”, me explica azorada Maura, una de las asesoras cubanas.

Se trata en verdad de un problema reconocible en éste y muchos otros programas de alfabetización dentro y fuera del Ecuador. “Error” típico de una cultura de enseñanza adicta a la copia y al dictado, que no alienta la libre expresión de los alumnos, espera respuestas únicas, no acepta la diferencia. “Error” alineado con la trampa y el engaño, y que lamentablemente echa sombras y dudas sobre las estadísticas y, lo que es más importante, sobre los aprendizajes efectivos de los alfabetizandos en estos programas.

Una clase de Nivelación en un aula de la Alcaldía
Mientras hacemos tiempo para ir a la comunidad, visitamos una clase que funciona en la planta baja. Es una clase de Nivelación, nombre dado a la etapa entre la alfabetización y la post-alfabetización, para la cual se ha preparado un breve material con lecturas. Es extraña la elección del nombre. Nivelar significa igualar. En este caso, ¿nivelación respecto de qué?

En el aula hay 9 alumnos, 3 de ellos mujeres. Primera visita en el Ecuador en que encontramos en una clase más hombres que mujeres. Anoto: “Verificar si el número de hombres en el programa aumenta en esta segunda fase, que ya implica cierto manejo de la lectura y la escritura”. No pude después acceder a esa información desagregada por género, pero estoy segura de que es una hipótesis correcta.

Siguiendo las recomendaciones del método, Rocío, la facilitadora, empieza refrescando la clase anterior, cuyo tema fue “La Batalla de Pichincha”. Hoy la clase gira en torno a los Símbolos Patrios. La lectura se refiere a El Escudo. Rocío lee el texto en voz alta y luego pide a sus alumnos que lo lean solos, en silencio, durante 15 minutos. Ahora explica el vocabulario nuevo. Elige las palabras bandera y símbolo para que los alumnos las definan y posteriormente pasen a escribirlas en la pizarra. Sigue la lectura de oraciones, dos o tres preguntas que vienen en el texto, y finalmente la escritura de una oración. No se envían deberes a la casa.

La Casa Comunal de Cangahua
Al final de un camino de terracería, llegamos a la Casa Comunal de Cangahua, donde funciona la clase de alfabetización de esta comunidad rural. Hace un frío que cala los huesos y ha empezado a llover. Adentro nos esperan varias mujeres indígenas, con ponchos, chalinas y sombreros. Hay un solo hombre, un viejito que permanecerá callado e inactivo durante la clase. Diana, la facilitadora, es un muchacha joven, mestiza, que vive en la comunidad.

El espacio ha sido organizado como aula usando tres bancas largas de madera para formar un ‘círculo cuadrado’ en torno al televisor. El televisor, de buen tamaño (27 pulgadas), está ubicado alto, en un estante de metal. La facilitadora tiene mesa y silla para ella. Detrás está la pizarra de tiza, pegada sobre la pared. A un costado, un mapa del Ecuador y el cartel de números y letras que sirve de material auxiliar en el método ‘Yo Sí Puedo’.

Cartel letras-números método ‘Yo, Sí Puedo’
1  a A
6  l L
11  p P
16  rr
21  h H
26  ll Ll
2  e E
7  r R
12  t T
17  q Q
22  ñ Ñ
27  z Z
3  i I
8  f F
13  v V
18  y Y
23  ch Ch
28  g G
4  o O
9  m M
14  s S
19  d D
24  j J
29  k K
5  u U
10 c C
15  n N
20  b B
25  x X
30  w W

A falta de pupitres para escribir, se ha entregado pequeñas tablas que cada persona tiene en las manos o apoya sobre las piernas. Bien por la solución, mejor que nada. Pero el problema persiste. A medida que la clase avanza constatamos cuán difícil se hace escribir sosteniendo al mismo tiempo tabla, cartilla (abierta), hojas de trabajo (debajo de la cartilla), lápiz y borrador.

El piso, de cemento, agrega frío al frío del lugar. En el tumbado, dos escuálidos focos, con luz mortecina, tampoco ayudan a calentarlo. Los visitantes estamos entumecidos. Ellas, mujeres curtidas por el frío y la pobreza, tienen las piernas desnudas de la rodilla para abajo y los pies calzados con zapatos plásticos.

La clase
El Manual del Facilitador ‘Yo Sí Puedo’ orienta distribuir la hora de clase así: 5 minutos para motivar a los participantes, 30 minutos de clase televisiva, 15 minutos de intervención del facilitador para complementar o aclarar dudas, y 10 minutos de receso o cambio de actividad antes de comenzar la segunda hora (en los casos en que la clase dura 2 horas). Esta es la secuencia que veremos hoy y cuyo desarrollo describo aquí.

¿Qué hice hoy?
La clase empieza con una rueda en la que, parados y uno por uno, los participantes relatan qué hicieron hoy, en el tiempo que demora prendido el fósforo que sostienen en la mano.

- “Me levanté a las 4 de la mañana. Amarro vaquita, borreguito, puerquito, después ver papita, vengo aquí cansado”.

Así habla Doña Rosa, en su chaupi * español. Y así siguen hablando las demás, con el mismo chaupi español, mismos animalitos, mismos quehaceres.

¿Dónde viven? ¿Cuánto tiempo les toma llegar aquí? Doña Jacinta dice que camina hora y media, cruza dos acequias y, cuando llueve, no viene a clase pues el río crece y se hace imposible cruzar.

Angela y la videoclase
Después de un breve repaso de la lección anterior, la 28, la de la letra G, Diana informa:

- “Hoy vamos a conocer las dos últimas letras: la K y la W, que son también las dos últimas lecciones de la cartilla, la 29 y la 30”.

Siguiendo los pasos didácticos del método, Diana escribe en la pizarra esta oración:

En ese mercado venden por kilogramos

Luego pide a sus alumnas que observen en sus cartillas la palabra kilogramo, que aparece con el dibujo de una balanza.

Ahora prende el televisor y el VHS. Ha llegado el momento de la videoclase.

- “Angela nos va a explicar sobre la K, la nueva letra de hoy”, anuncia Diana.

- “La letra K se usa en muchas de nuestras lenguas indígenas”, se escucha en el video. Y luego Angela – la maestra cubana dentro de la pantalla – explica lentamente cómo hacer los trazos para escribir la K. Algunas mujeres indígenas en esta clase viva pueden imitar los trazos que aparecen en la pantalla, otras no.

Ahora viene la asociación entre letras y números en que se basa este método (bajo el supuesto de que lo conocido: los números, les ayudarán a las personas adultas a aprender lo desconocido: las letras).

- Video: “Escribe sobre cada número la letra que le corresponda”

W  i   ll  i   a   m
                                                    30    3   26    3    1     9

- Video: “Les doy tres nombres, ustedes escogen uno y construyen una oración: Walter, Wendy, Wilson”. 
(La mayoría de estas mujeres sólo alcanza a dibujar la W).

Ahora aparece en la pantalla la oración: “Wendy estudia mucho”.
(Los alumnos deben copiarla en sus hojas, pero no alcanzan a hacerlo).

A continuación aparece en la pantalla la oración: “Wilson ya sabe leer”.
(Los alumnos tampoco alcanzan a copiarla).

Confirmamos en esta visita: el video corre muy rápido para personas que apenas empiezan a aprender y apenas están familiarizándose con el video y con este sistema de aprendizaje. El brillo no permite ver bien la pantalla, entre la luz que todavía entra por la ventana y la poca luz artificial que hay adentro. El ruido de la lluvia hace difícil escuchar el audio. Visión y audición mejorarían con los alumnos más cerca del televisor, pero esto implicaría reorganizar el espacio y poner las bancas en fila, como en misa. Ciertamente, crear un buen ambiente de aprendizaje - espacio, mobiliario,  tecnologías - requiere una armonía difícil de lograr en situaciones de pobreza y precariedad extremas, como las que acompañan al analfabetismo y a las personas analfabetas en nuestros países, especialmente en zonas rurales.

Diana y la clase presencial
Ahora Diana apaga el video, toma la posta y asume la clase para “repasar o consolidar” lo enseñado por Angela en la teleclase, con ayuda de la pizarra. Dibuja lentamente la K con líneas punteadas, insistiendo en la dirección que debe tener cada trazo.

-   “La letra K siempre vendrá acompañada del número 29”, recalca.
- “Las letras mayúsculas se usan al iniciar una oración, para los nombres de las personas, de las ciudades y los pueblos”, recuerda.
-   “Ahora vamos a ver las combinaciones de la K con las vocales: ka ke ki ko ku”.
-   “Se la utiliza en lenguas extranjeras: maya, guaraní, y en nuestra lengua kichwa”.
-   “Ahora vamos a hacer los ejercicios que no terminaron con Angela, nuestra amiga”.

A continuación, Diana escribe en la pizarra una hilera de líneas pequeñas y una hilera de números debajo de cada una de ellas, como se establece en el método:

__   __   __  __  __  __  __    __   __  __   __   __   __    __   __  __  __ __  __  __   __  __
2   6    7   3   4   2   14   12   1   1   19   4   14   29   3   6   4   9   2   12   7   4

Una por una las alumnas pasan a la pizarra a llenar la letra que corresponde encima de cada número, ayudándose con el cartel de letras y números ubicado junto a la pizarra. Terminado el ejercicio, el resultado final en la pizarra queda así:

E_ l_  r_  í_  _o_  e_  _s_  _t_   á_ _a_  d_ _o_   s_  _k__i_  l_  ó_  m_  e_  t_   r_  o_ _s
    2   6   7   3    4   2    14    12   1    1   19   4   14   29   3   6   4    9   2   12   7   4   14

 
Así pues, la oración formada es:
El río está a dos kilómetros

-     “Muy bien, ya hemos escrito la oración entre todas”, concluye Diana entusiasmada.

“Entre todas” quiere decir aquí una letra por persona. En realidad, además, varias de las alumnas han tenido dificultad para realizar este ejercicio, a pesar de que Diana les insiste que lo han hecho muchas veces, que tienen a la vista el cartel con las letras y sus respetivos números asociados, que ya están llegando a las últimas lecciones de la cartilla…

- “Están apenas un mes en clase”, me explica Diana. “Son analfabetos puros. Y las señoras ya son mayorcitas”.

¿Puede llamarse a esto ‘escritura’? Lo que han hecho las alumnas es un ejercicio de apareamiento entre números y letras, poniendo cada letra encima de cada línea y de cada número, ayudándose con el cartel de letras-números pegado en la pared. Una especie de juego de “El Ahorcado”, pero más mecánico, pues en El Ahorcado cada letra faltante se llena en base a una anticipación significativa de toda la palabra, frase u oración.

- “Ahora vamos a leer la oración que hemos formado”, dice Diana. La lee en voz alta y pide al grupo que la lean. De este modo anula propiamente la lectura, lo que queda es solo memoria y repetición.

- “Ahora cada uno va a copiar la oración en su hoja”, instruye Diana.

Las alumnas copian solo la hilera de letras (“la oración”), no la hilera de números. ¡Muy bien! En otros lugares que usan el método ‘Yo Sí Puedo’ he visto alumnos que tratan de copiar tanto las letras como los números, e incluso las rayitas del medio que separan unas y otros, evidentemente sin comprender bien el sentido de lo que están haciendo…

Observo que una señora escribe uu cuando se le pide que escriba “la letra 5”. Al mirar el cartel de letras y números, entiendo la explicación de este aparente error. En cada casillero hay un número y a cada número corresponden en verdad dos grafías - la minúscula y la mayúscula - de la misma letra. En este caso, el casillero 5 contiene la u y la U. La lógica de la señora es impecable, sigue al pie de la letra la instrucción.

- “Ahora vamos a hacer un descanso, vamos a hablar de lo que nos habló el video. ¿Qué lenguas hablamos aquí en nuestra comunidad?”, introduce Diana como tema de conversación. Todos responden que hablan castellano y kichwa.

- “Hablamos kichwa con los mayores y castellano con los hijos.  Ellos ya no quieren la lengua antigua, prefieren aprender inglés”, explica con picardía una de las señoras (risas).

Diana da por concluida la clase. Yo anoto en mi diario de campo: ¿¿Lectura y escritura??, con doble signo de interrogación. Al repasar mentalmente lo que he presenciado aquí, me pregunto si ha habido un solo acto genuino de lectura o de escritura por parte de las alumnas. Lo que ha habido es copia y apareamiento entre letras y números – lo que no es escritura - y repetición de lo leído por la facilitadora – lo que no es lectura. Hoy han completado las lecciones de la cartilla, en el primer mes de clases, pero es evidente que leer y escribir son aún un logro lejano, incluso para los estándares y objetivos planteados dentro de este programa: “1. leer y escribir sus nombres y apellidos, 2. leer con cierta fluidez, y 3. redactar oraciones, telegramas y hasta pequeñas cartas”. Quiero creer que, en el tiempo que resta de clases y en el que sea necesario más allá de los plazos fijados, estas mujeres lo lograrán. Es una necesaria y justa retribución a su esperanza y a su esfuerzo.

La galería de dibujos
Terminada la clase, el agasajo y la despedida. Nuestras anfitrionas han preparado una comida - papas con salsa de maní, sánduches de jamón y queso, salmones fritos pescados hoy en el río – y un brindis con punta*, el mejor antídoto contra el frío. Mientras transcurre el ajetreo de los preparativos y la comida, me dedico a mirar la galería de dibujos hechos por estas mujeres y expuestos en la pared lateral.

Yo me llamo Tránsito Quishpe” está escrito en una de las cartulinas, a modo de título, y debajo el dibujo de una mujer, delante de una casa, junto a un perro y una vaca.

Yo me llamo Rosalía Quishpe” dice otro, ilustrado con casa, camino, animales, árbol y una mujer acarreando un balde, seguramente con agua adentro.

Yo me llamo María PQQ” dice otro, con dibujos de una mujer, un gato, un chanchito, una oveja, y sus respectivas palabras escritas al pie de cada uno de ellos.

Mujeres en sus quehaceres rutinarios, rodeadas de su casa y sus animalitos, sin hijos, sin hombres. Verdaderos identikits que ponen imagen y color a los relatos de vida cotidiana que hemos escuchado al inicio de esta clase. Textos y dibujos que expresan lo que son, lo que hacen, lo que conocen, lo que tienen… ¿Y si se les pidiera a estas mujeres que dibujen lo que sueñan, no lo que son y tienen, sino lo que desean?

* Kichwa: escritura del quichua o quechua en el Ecuador, atendiendo a la ortografía unificada.
* En la aplicación del ‘Yo Sí Puedo’ en Córdoba-Argentina, se agregó un ítem a esta lista: “Asigna tareas para la siguiente sesión”.
* chaupi: medio, en kichwa, adoptado en el español de la Sierra ecuatoriana.
* punta: aguardiente.


La escuela como liberación


Para Bernardo 



Bernardo me contaba que, cuando niño, veía la llegada de las vacaciones como un tormento y el regreso a clases como una liberación.

Nacido en España, en familia pobre y campesina, Bernardo debía caminar más de una hora todos los días para ir y regresar de la escuela, y acomodar el estudio dentro de esa larga lista de tareas que son parte de la vida cotidiana de un niño rural.

La llegada de las vacaciones significaba trabajo desde el amanecer hasta el anochecer. La vuelta a la escuela - escuelita rural, lejana, precaria - era motivo de regocijo. Volver a la escuela era volver a ser niño, volver al juego, a los amigos, al trabajo dosificado, a la caminata que permitía un tiempo a solas para pensar y para soñar.

Es bueno recordar que no todos los niños y adolescentes se alegran con la llegada de las vacaciones, que no todos ven el retorno a clases como el fin de la diversión y el reinicio de las obligaciones. Para millones de niños y niñas como Bernardo, en todo el mundo, la escuela es liberación más que castigo.

Desde temprana edad, niños y niñas de familias pobres, en el campo y en la ciudad, ayudan en los quehaceres domésticos y asumen responsabilidades que en otros contextos son consideradas propias de los adultos. Muchos contribuyen a la supervivencia y al sustento familiar. Para estos trabajadores infantiles, el propio concepto de vacación es inexistente. La vacación es sencillamente ausencia de escuela. Lo normal, lo de todos los días, lo de toda la vida, es el trabajo. La escuela es una incrustación en la rutina laboral.

Millones de niños encuentran en la escuela el espacio, el agua potable, la luz eléctrica, el servicio higiénico o la letrina, la mesa y hasta la silla que no tienen en sus casas. La escuela provee a menudo la única comida del día, la única posibilidad de acceder a servicio médico o dental y, más recientemente, para muchos, la posibilidad de tener a mano una computadora, aunque sea vieja, lenta, compartida con muchos.

Millones de niños no tienen en sus hogares condiciones para jugar. Para ellos, la escuela es no solo disciplinamiento sino esparcimiento, socialización, lugar para estar con otros niños, zona liberada y pequeño territorio autónomo respecto de la familia.

Para millones de niños pobres la escuela es el único recinto intelectual: el encuentro con el mundo impreso, la lectura y la escritura, el dibujo, el arte, el cuaderno, el libro, la biblioteca, el cuento, el periódico, el conocimiento sistemático, por elemental que sea.

Tanto en hogares pobres como acomodados, millones de niños y niñas padecen maltrato, abuso, abandono. Para ellos, pobres y ricos, la escuela puede ser la posibilidad de un confidente o un amigo de verdad, la ilusión del primer amor, la suerte de un maestro o maestra que brinde atención, afecto y apoyo.

Para millones de niños y niñas en el mundo aún la escuela más precaria y el profesor más humilde pueden ser un oasis de esperanza y felicidad en medio de la pobreza, el hacinamiento, el trabajo infantil, la violencia doméstica, el desafecto, la desatención, el maltrato. El derecho a la escuela es, para estos niños, parte esencial del derecho a ser niños.

A los discursos demoledores de la escuela no está demás recordarles y reiterarles: para millones de niños y niñas en todo el mundo, la escuela real - esa que tienen a mano, a menudo con muchas carencias y urgida de cambios y mejoras - es bendición y liberación antes que tortura.

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¿Aprendizaje en el siglo 21? ¡Falta la naturaleza!


Rosa María Torres

"¿Cómo esperamos que surjan nuevos Newtons si los niños jamás ven manzanas cayéndose de los árboles?" Francesco Tonucci


"Existen oportunidades para el aprendizaje en todo momento y lugar, mucho más allá de la escuela como espacio educativo exclusivo. Los medios de comunicación, los dispositivos móviles, la conectividad, las redes sociales y de colaboración ofrecen oportunidades para el aprendizaje continuo". Aprender en el siglo XXI, Eugenio Severín, BID.



¡Falta la naturaleza! En los modernos listados de lugares y medios que destacan la ubicuidad del aprendizaje y que confluyen en el Aprendizaje a lo Largo de la Vida, nuevo paradigma para la educación y el aprendizaje en el mundo.

¡Falta la naturaleza! En las políticas y reformas educativas, entendidas limitadamente como escolares, proclives al encierro, los espacios reducidos, los equipamientos, los estándares, las evaluaciones y las pruebas, los deberes en casa, el papel, las pantallas, los cables.

¡Falta la naturaleza! En la construcción escolar, enamorada del cemento, los muros, las rejas, las paredes, los corredores, los patios encementados, las plantas pintadas en los muros y dibujadas en los textos escolares antes que las plantas, el césped y el verde de verdad.

¡Falta la naturaleza! En el sistema escolar convencional, desde la base y hasta el fin de la educación superior, que asocia enseñanza y aprendizaje con puertas adentro, mesas, asientos, artefactos, timbres, enchufes, candados, premios y castigos.

¡Falta la naturaleza! En la preparación de docentes y directivos, antes y durante el ejercicio de su tarea, no solo como contenido sino como espacio para el esparcimiento, el aprendizaje y el desarrollo personal.

¡Falta la naturaleza! En el mundo académico: en la investigación, en la formación, en seminarios y paneles, en criterios acerca de lo que es calidad educativa, "buen aprender", "buen enseñar", "buen saber" y "buen desempeño" profesional.

¡Falta la naturaleza!  En las ciudades y los nuevos diseños urbanos, más preocupados con hacer espacio a los autos y ofrecer wifi en lugares públicos que con ofrecer espacios verdes, bicisendas seguras, huertos escolares, lugares para leer al aire libre, senderos para ir en bicicleta a la escuela y al trabajo.

"Aprendizaje en el siglo 21" no es solo TIC, internet y conectividad. La "brecha digital", reflejo de muchas otras brechas, viene a agregarse a viejas brechas en las oportunidades de aprendizaje de niños, jóvenes y adultos en todo el mundo. El abandono del campo y la "brecha urbano/rural" - con todas sus manifestaciones y secuelas - persiste e incluso se profundiza en muchos lugares, entre otros en el ámbito de las tecnologías, a la par que la expansión de las ciudades y de sus problemas. 

El llamado "síndrome de abstinencia tecnológica" ocupa la atención y se extiende entre la minoría conectada, con acceso a banda ancha y a smart phones. Pero un síndrome mayor y más serio, el "síndrome de déficit de naturaleza", afecta a millones de niños, jóvenes y adultos de todas las condiciones sociales, en todo el mundo, y sobre todo en las ciudades, limitando su desarrollo, sus aprendizajes, sus horizontes, su comprensión del mundo.

Niños que no han visto el mar, la montaña, el río, el bosque, un atardecer, una noche estrellada, pájaros trinando de verdad, hormigas trabajando en fila. Niños urbanos que no saben lo que es arar la tierra, sembrar, cosechar, ver crecer un tomate, ordeñar una vaca. Niños alienados que creen que la comida viene en latas, el agua en botellas, los vegetales en bolsas plásticas, la carne en envoltorios congelados. Niños que van perdiendo el contacto consigo mismos, con su curiosidad, su capacidad de asombro, sus emociones e inventiva, y se vuelven dependientes de sujetos y estímulos externos para aprender.

El sedentarismo es ya epidemia mundial entre personas de todas las edades y crecientemente entre los niños, estacionados frente a pizarras, televisores, móviles, videojuegos, pantallas de todo tipo. La obsesidad, hija del sendentarismo, la mala alimentación y el mal dormir, adquiere también proporciones de epidemia mundial y avanza a ritmo acelerado entre la población infantil. Problemas emocionales, soledad, depresión, suicidio, van en alza en el mundo. Enretanto, avanzan los estudios que confirman los enormes poderes curativos de la naturaleza, buena para el cuerpo, el cerebro y el alma, el sosiego, la motivación, la concentración, la creatividad, la cognición, el sentimiento de felicidad. Incluso un poco de verde salpicando los espacios de la vida cotidiana ¡hace una enorme diferencia!

Precisamente, las encrucijadas del nuevo siglo y del nuevo milenio alertan que es tiempo de romper con el encierro. Tiempo de abrir puertas y ventanas de la casa, de la escuela, del barrio, de la comunidad. Tiempo de reunirse, socializar, jugar y aprender al aire libre. Tiempo de organizar el huerto, de aprender a cultivar y producir los propios alimentos. Tiempo de salir, de caminar, correr, saltar, pasear, redescubrir el parque, el columpio, la pelota, la bicicleta, el árbol para trepar, la cometa para volar. Tiempo de volver a la naturaleza y de hacer efectivo el derecho de niños y niñas a conocerla, disfrutarla, cuidarla y aprender de ella.


» Ningún niño sin escuela y ningún niño sin contacto con la naturaleza.
» Una planta por niño. Una mascota por niño.
» Derecho al aprendizaje al aire libre.
» La naturaleza, fuente inagotable de riqueza y de aprendizaje.


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Una educación del cuello para arriba



Las escuelas en Japón empiezan todos los días con juego, canto y ejercicio. A medida que van llegando a la escuela, y antes de entrar a las aulas, los niños se dedican a jugar libremente, bajo el ojo atento de los profesores. Luego viene la asamblea matinal, realizada en el patio central, junto con todos los alumnos y profesores del plantel, y después en cada aula. En estas asambleas los niños cantan, marchan, corean lemas, hacen ejer­cicios. En el mundo del trabajo, la jornada diaria se inicia con una asamblea similar. De este modo, antes de empezar formalmente a estudiar o a trabajar, niños y adultos se preparan mental y físicamente para iniciar el día con energías y con renovado espíri­tu de grupo.  

Mens sana in corpore sano. Vida sana va junto con ejercicio. Niño sano, joven sano, adulto sano, van junto con actividad física. ¿Por qué el sistema escolar se empeña en una educación del cuello para arri­ba, en la que alumnos (y docentes) cuentan solo como mentes y no también como cuerpos, en la que se pretende desarrollar cerebros antes que personas integrales?.

El sistema escolar - deposi­tario de todos los tabús sociales - niega el cuerpo, lo disocia de la mente, no sabe qué hacer con él. Se limita a reglamen­tarlo con normas y sanciones, a cubrirlo con uniformes, a atornillar­lo contra el asiento, a alinearlo en fila para entrar y salir, a castigarlo cuando algo se hace mal.

Una o dos horas a la semana de una asignatura llamada Educación Física no resuelve las necesidades vitales (movimiento, expresión, ejercicio) de niños y jóvenes, ni compensa las horas, días, semanas y años de inmovilidad - física y mental - que padecen alumnos y alumnas durante su vida escolar.

La propia asignatura es considerada marginal en el currículo y, como tal, suele ser relegada a los horarios que nadie quiere (¿a quién le importa si son o no los más adecuados para hacer ejercicio?) y a condiciones que, para cualquier otra asignatura, serían inacep­tables.

La hora de Educación Física puede ser borrada o aprovecha­da en otra cosa, sin que nadie se inmute. La biblioteca o el laborato­rio suelen verse como indispensables, aunque no existan; en cambio, la cancha, el patio y hasta un mínimo espacio abierto, al aire libre, pueden perfectamente no existir, incluso para el recreo. En planteles urbanos, públicos y privados, uno puede encontrar clases de Educación Física que se desarrollan en la misma aula de la cual niños y jóvenes buscan escapar.

También los docentes son vistos y tratados del cuello para arriba. Formación y capacitación docentes apuntan a la cabeza, con similares condiciones y reglas a las aplicadas a los alumnos: enseñanza y aprendizaje entendidos como actividades puertas adentro, sedentarias, inmóviles. A los docentes y futuros docentes no se les enseña a cuidar y trabajar su cuerpo, recurso indisociable de una tarea que implica pararse, moverse, jugar, dramatizar, relacionarse diariamente con niños y jóvenes en desarrollo y en movimiento. Las enfermedades laborales docentes - entre otras, dolores de espalda, várices y afecciones a la voz - son sintomáticas de este modelo de enseñanza encuadrado en la clásica "educación bancaria" que asume que enseñar es transvasar información de un cerebro a otro.

En verdad, la educación escolar tradicional no usa siquiera todo el cerebro. Una "educación de hemisferio izquierdo", como se la ha llamado, prioriza la relación y el desarrollo verbal (hablar y escuchar como actividades centrales), la matemática y el pensamiento lógico, y relega las formas visuales, espaciales y no-verbales de conocer e interactuar que posibilita el hemisferio derecho, incluidas las emociones, las habilidades artísticas y musicales. 

Salvo en los tramos "pre-escolares", en los que generalmente se acepta que los niños deben moverse y jugar, todo el sistema escolar está pensado del cuello para arriba. De otro modo estarían diseñados los edificios y el mobiliario, los espacios y la iluminación, los volúmenes y las superficies, los horarios y los programas de estudio, las evaluaciones, los diplomas y las medallas de honor, si se aceptara que alumnos y docentes son personas, no cerebros con patas.

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